jueves, 18 de diciembre de 2008

Cuba y el antiimperialismo: Entre la revolución y la razón del Estado

Samuel Farber · · · · ·

En el 50 aniversario de la Revolución cubana, nuestro amigo Samuel Faber escribió el artículo que reproducimos a continuación y que será publicado en el próximo número de la edición boliviana de LE Monde Diplomatique.

Para una gran parte de la izquierda latinoamericana, el gobierno cubano ha representado una fuerza antiimperialista y un baluarte de los movimientos progresistas y de liberación nacional. Esa reputación de los líderes cubanos se ha fortalecido en los últimos tiempos por el contraste entre su histórica oposición al imperialismo estadounidense y la política de entrega a Washington de muchas personalidades, incluyendo a muchos ex izquierdistas y ex revolucionarios.
No obstante, un examen detenido de la política exterior cubana revela que, si bien Cuba ha seguido una trayectoria continua de oposición al imperialismo propiciado por EE.UU., no ha ocurrido lo mismo con respecto a la agresión imperial de otros países y, de hecho, en varias ocasiones se ha puesto del lado de los estados opresores.

Esfera soviética

Fidel Castro apoyó la invasión soviética de Checoslovaquia en 1968. Su apoyo a esa invasión fue muy reveladora: mas allá de la deuda política incurrida con la Unión Soviética por su indispensable ayuda económica, el líder cubano claramente expuso su oposición a las reformas del gobierno de Alexander Dubcek, a las que caracterizó como "furia liberal" que, junto con la libertad de prensa "burguesa", le estaba permitiendo a la contrarrevolución hablar libremente contra el socialismo. Castro también apoyó la supresión etíope del movimiento nacional eritreo y la invasión soviética de Afganistán en los '70 y '80.

¿Cómo se explican las políticas contradictorias de Cuba con respecto al derecho de las naciones a su autodeterminación?

En primer lugar, hay que señalar la larga alianza que Cuba mantuvo con la URSS como socio minoritario del imperio soviético. Hacia fines de los '60, la URSS, bajo presión de EE.UU., debió aceptar la noción de que el hemisferio occidental era parte indisputable de la esfera de influencia norteamericana. Como resultado, Moscú presionó a La Habana para que retirara su apoyo abierto a las guerrillas latinoamericanas. El gobierno cubano se plegó a las exigencias soviéticas aunque no completamente, ya que siguió apoyando los movimientos insurgentes de América Latina de una manera más discreta y limitada bajo el control del comandante Manuel "Barbaroja" Piñeiro.

Esto contribuyó a que Cuba se orientara cada vez más hacia África, una región en la periferia del ámbito geopolítico estadounidense, donde las iniciativas cubanas eran más compatibles con la política extranjera soviética. La presencia política y militar cubana en África (y en otras partes del mundo) también afectó significativamente las relaciones de poder entre Cuba y la URSS al darles a los líderes cubanos un margen de negociación más amplio con los soviéticos, quienes por ese motivo no podían tratar a Cuba como si fuera un simple satélite de la Europa Oriental.

Nacionalismo africano

La estrategia de Cuba en África se orientó hacia una alianza con el nacionalismo africano. En el curso de la implementación de dicha estrategia, Cuba tomó iniciativas independientes sin consultar previamente con el Kremlin -como en el caso de Angola- pero fueron generalmente compatibles con la política soviética, lo que evitó las ásperas fricciones que habían surgido en el contexto de la guerra de guerrillas en América Latina.

En el caso de Angola, la estrategia cubana junto con su alianza con el imperio soviético le permitió a Cuba jugar un papel muy importante en la defensa de ese país contra el imperialismo occidental y sus agentes derechistas de la UNITA propinando un duro golpe militar y político al apartheid surafricano que apoyaba a UNITA (1). Pero la política de Cuba en el conflicto entre Eritrea y Etiopía siguió una trayectoria diferente. Cuba apoyó inicialmente la lucha de los eritreos para independizarse del régimen etíope encabezado por el emperador Haile Selassie, pero cambió su actitud cuando Selassie fue derrocado por el Dergue, un grupo nacionalista de izquierda favorable a la URSS. Fidel decidió aliarse entonces con los nacionalistas etíopes contra los nacionalistas eritreos arguyendo que la lucha eritrea podía destruir la "integridad territorial" de Etiopía, pasando por alto el hecho que Eritrea había sido una nación aparte que había sido colonizada y después anexada a la fuerza por la Gran Etiopía. El apoyo de Cuba al Dergue no fue sólo retórico; armó y entrenó fuerzas etíopes y envió tropas cubanas a Ogaden en la guerra de Etiopía con Somalia. La intervención militar cubana fue imprescindible para que Etiopía pudiera conducir su guerra contra Eritrea. Desde un principio, Cuba coordinó su intervención muy de cerca con la URSS. Para Moscú, esa región tenía una prioridad estratégica mayor que Angola por las facilidades portuarias en Massawa y Assab, en la costa eritrea frente a la Arabia Saudita, que le permitirían controlar la vía marítima que conectaba la parte occidental de la URSS con Vladivostok en el lejano Oriente. Es importante añadir que demás de los efectos sobre el conflicto eritreo, la alianza indiscriminada que Cuba forjó con el nacionalismo africano derivó en apoyos a los regímenes sangrientos de Idi Amin en Uganda y de Nguema Macías en Guinea Ecuatorial.

Razones de Estado

Aunque forzada por los soviéticos a replegar su apoyo a las guerrillas latinoamericanas, Cuba siguió ayudando a los movimientos antiimperialistas en el continente. Sin duda alguna, jugó un papel importante, por ejemplo, en el derrocamiento de Anastasio Somoza en Nicaragua. Pero para poder comprender cabalmente la política cubana en América Latina, es necesario entender que su apoyo a los movimientos antiimperialistas ha estado subordinado a los intereses del Estado cubano conforme a las pautas trazadas por sus líderes. Basado en la descripción de Jorge I. Domínguez sobre las formas en las que el Estado cubano ha ajustado su política exterior para lograr sus propias metas, señalo, en primer lugar, que en sus relaciones de Estado a Estado, el gobierno cubano ha supeditado su apoyo a los movimientos de oposición al cálculo de los beneficios que podía obtener de su relación con el gobierno de esos países. Cuba nunca ha apoyado un movimiento revolucionario contra un gobierno que tiene buenas relaciones con La Habana y que rechazara la política norteamericana hacia la isla, más allá del color ideológico de estas administraciones. Y los casos más paradigmáticos fueron la relación amigable que Cuba tuvo con el México del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y con la España franquista.

Asimismo, Cuba ha suspendido su ayuda a movimientos revolucionarios o progresistas en aquellos países dispuestos a suspender hostilidades con Cuba. Quizás el ejemplo más extremo de esta norma es el mantenimiento de relaciones diplomáticas y comerciales con Argentina después del golpe militar de 1976 a expensas de la ayuda que pudiera haberle prestado a los movimientos de oposición en ese país. En el caso de El Salvador, en 1983 Fidel Castro indicó estar dispuesto a suspender su apoyo al FSLN a condición de que los EU dejaran de apoyar al gobierno salvadoreño.

El gobierno cubano incluso ha dividido y socavado movimientos que no han estado dispuestos a reconocer su liderazgo. Es así como en 1966 los líderes cubanos atacaron el movimiento encabezado por Yon Sosa en Guatemala mientras que al mismo tiempo apoyaron al movimiento de Luis Turcios Lima. (2)

Esa también fue la razón por la cual cuando Cuba reanudó relaciones con los partidos comunistas tradicionales, como el venezolano, que entonces reconocieron el liderazgo cubano, Fidel rompió con el movimiento dirigido por Douglas Bravo, al cual había anteriormente apoyado a expensas del PCV.

Relaciones pragmáticas

En los '70 y '80, Cuba adoptó una política abiertamente pragmática de establecer lazos cercanos con cualquier país latinoamericano y de la cuenca del Caribe dispuesto a tener relaciones con La Habana. Esa política se volvió más viable por la decisión tomada por la OEA, en 1975, de levantar sus sanciones multilaterales contra la isla y permitir que cada uno de sus estados integrantes decidiera por cuenta propia las relaciones que tendrían con la isla. Después del 1989, el colapso de la URSS y la grave crisis económica que provocó en Cuba, acentuó ese pragmatismo en su política extranjera a un grado tal que hasta clausuró el Departamento de las Américas, que había dirigido las actividades clandestinas de Cuba en el continente. Desde entonces, el gobierno cubano ha enfatizado su oposición al imperialismo norteamericano y al neoliberalismo más que al capitalismo mismo, aunque en el caso del neoliberalismo de Lula, y a pesar de las críticas recientes de Fidel Castro con respecto al etanol, él y Raúl han seguido apoyando al líder brasileño. En su reciente entrevista con Ignacio Ramonet, Fidel expresó todo tipo de encomios no solamente con respecto a Lula sino a figuras conservadoras como el Rey Juan Carlos de España y el Papa Juan Pablo II.

En última instancia, el apoyo cubano a los movimientos de liberación se ha basado en los intereses del Estado cubano como lo han definido sus líderes, y no en un compromiso ineludible con cualquier doctrina revolucionaria.

NOTAS:
(1) Aun así, cabe señalar que la ayuda de Cuba tuvo un costo para el pueblo de Angola, como cuando las tropas cubanas intervinieron en las luchas internas del Movimiento Popular de Liberación de Angola (MPLA) para asegurar la victoria de la facción de Agostino Neto contra la de Nito Alves.
(2) Yon Sosa y Luis Turcios Lima fueron ambos tenientes del ejército que se rebelaron contra el gobierno guatemalteco en los sesentas. Yon Sosa estuvo influido por el trotskismo y por lo tanto seguía una política mas independiente con respecto a Cuba que Turcios Lima que era cercano al Partido Guatematelco de los Trabajadores (Comunistas).

Samuel Farber nació y se crió en Cuba. Su libro más reciente es The Origins of the Cuban Revolution Reconsidered [Una revisión de los orígenes de la revolución cubana] (University of North California Press). Colabora regularmente con Foreign Policy in Focus. De Farber puede leerse en castellano, en el número 3 de SinPermiso (en papel), una larga reseña del libro de entrevistas de Ignacio Ramonet a Fidel Castro.

Carlos Abel Suárez es miembro de la redacción de SINPERMISO.

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