sábado, 31 de octubre de 2009

Curso acelerado de ciudadanía

(para ovejas que balan distinto)‏
Federico Leicht

Al llegar a la última oficina se sentirá algo descompuesto. Es normal. Habrá aprendido la retórica falaz de los enanos y tendrá nociones de cómo dirigirse al funcionario de turno. Una vez allí, las mejores metáforas estarán cansadas y sucumbirán ante una inmensa inútil añoranza, bastante parecida al tedio. Bien, permítame darle una calurosa bienvenida al sendero del triunfo, del bien sobre el mal, de la luz sobre la oscuridad, de la justicia sobre la impunidad, de la arcada sobre el vómito. Viva la patria.

Pase, después de usted. Despacio, de a uno, de paso a pasodoble, enmarcados en este enorme paspartú gris, todos los aspirantes que usted divisa y que conforman esta larga fila sintética y esterilizada, inclinarán finalmente la cabeza y recitarán al unísono este sermón metódico, metodista, metonímico: Diversión por felicidad. Religión por fe. Trabajo por dinero. Mírelos, todos ellos se globalizarán por fin en el capullo materialista de la existencia. El perpetuo y emocionante pagaré. La sal de la vida.

En los meandros de sus venas correrá la savia nueva; irresistibles pulsiones de poder con todo y sus nódulos políticos, obligaciones y várices color dólar. La cabeza para atrás, partida por decreto, voto y secreto. Haga la fila. Sonría. No pregunte. Mire la pantalla. Tolerancia no es mansedumbre.

Buenas tardes, tome asiento. Evitaré los circunloquios. Quiero darlo por enterado de que en este piso vamos todos, yo y los otros, juntos todos, a patearle el tablero de cosas y no cosas, las dichas y no hechas, las hechas y no dichas, en una suerte de rutina muda –sistemática y bastante violenta por cierto– que usted nunca olvidará. Burocráticamente extinguiremos sus aristas, su poesía, sus esdrújulas y lunas llenas. Se las que devolveremos en cacofonías unisonantes, programas de gestión de gobierno y sueños diseñados por gente que entiende; en fin, un feedback retórico y efectivo que polinizará a las musas y las volverá masas. Aquí tiene su diploma, luego le damos su PC, sin cargo extra. Pase a la sección adaptación.

Le decía que aquí lo vamos a voltear. Le vamos a explicar las bases de una economía justa e igualitaria bajo el orín de los riñones más carenciados. Vamos a disertar también, acerca del conflicto de intereses sociales y de cómo estimular la inercia entre sus pares. A la larga aprenderá, no se preocupe. Hacia el final le vamos a inyectar un poco de bien común en el ojo izquierdo, ese que mira mal, para que usted y sus pares crean lo que no ven y lo recen a pie juntillas, difundiendo el catecismo del progreso entre los menos fieles de la especie. Recuerde: el consumo se come a la conciencia. Pase a la ventanilla cuatro, después de la máquina de refrescos cola.

Muy señor mío, en este mostrador lo vamos a adoctrinar, pero no tema, lo haremos muy profesionalmente. Empezaremos por arrancarle la causa perdida, que será la comida que alimentará a los mastines de la neo patria progresista / liberal (para que no diga que no le damos opciones). A partir de la fecha, tendrá acceso a nuestros cursos acelerados de actualización ideológica permanente, lo que nos resguardará del oprobioso fundamentalismo de nuestros enemigos que amenazan con volar por los aires el proyecto multinacional socialista de país productivo. No existen las contradicciones. Son solo aparentes. Continúe avanzando hacia la alineación patriótica.

Le aclaro señor, que en este último piso, las cuestiones que lo vuelven ovejita que -entre las demás- pretende balar distinto ya no serán toleradas so pena de desacato, traición a la patria o sedición. Sí, sedición. Las cuestiones absolutas, las que involucren el alma o la conciencia, resultarán insuficientes de ahora en más, hasta las mismas lágrimas. Valore el estar aquí. No olvide lo que cuesta llegar. Y sobre todo quedar afuera. Considérese ahora uno de los nuestros. Rápido. Avance hacia el mostrador final. Oriéntese. Lea blanco donde leía negro y derecha donde decía izquierda. Asimile el cambio. Muy bien, ya casi lo ha logrado. Bastan tan sólo unos detalles más, que solucionaremos sobre la marcha. Siéntase feliz, ya podemos darle la bienvenida al mundo unipersonal de los que ven sin mirar, hablan sin escuchar, votan sin pensar, y escupen las penas para arriba, las dejan para después de los festejos.

Ahora bájese los pantalones y firme este documento que es una mera formalidad:
“Crepitando en el estanque país, la rata más cansada ya se hundió. Las demás, que vamos cayendo desde la críptica circunferencia al pozo, nos damos cuenta de cuál es nuestro destino y lo asumimos con orgullo. Juro por mi honor que nadaré en este estanque que es mi patria hasta la hora de mi muerte. Conforme, asumo que moriré de asfixia por inmersión en esta aciaga y ciega democracia de ratas estancadas”.

Consabidas las posibles consecuencias de mi arrepentimiento o mi fracaso, procédase a certificarme y darle trámite a mi carné de ciudadano.
Decrétese y archívese.


Federico Leicht

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