domingo, 22 de abril de 2012

40 aniversario - Documento católico que no se quiere recordar. ¿Por qué no se le recuerda?

del Sínodo de 1971, 'Justicia en el Mundo
.¡¡Exijamos lo Imposible!!



Por Esto!


Por Nicolás Ríos Miera



MIAMI - "Justicia en el Mundo", declaración del Sínodo Mundial de Obispos celebrado en Roma en 1971, es el documento más importante en cuanto a la enseñanza social de la Iglesia Católica desde la enciclíca Rerum Novarum (de "Las cosas nuevas" o "De los cambios políticos", promulgada por el Papa León XIII en 1891, y desde el Segundo Concilio Vaticano (1962-1965). Del mismo, sin embargo, no se habla ni aparece en su página web, ni en el monumental Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia publicado en 2004.
"Justicia en el Mundo" nació en un momento de la historia influenciado por el Concilio Vaticano II, la Teología de la Liberación, las revoluciones sociales de los 60, las tensiones de la Guerra Fría, los crecientes desafíos socioeconómicos del Tercer Mundo y la expansión de la media. Sigue teniendo vigencia en medio de escándalos que plantean interrogantes sobre la integridad eclesial, declinaciones en la feligresía y en las vocaciones religiosas, la crisis económica global, lo impredecible del terrorismo, los problemas ambientales y la emergencia de nuevos centros de poder en el mundo.

¿Por qué no se le recuerda? Una de las explicaciones puede estar en la degradación del Sínodo de Obispos en la gobernación de la Iglesia, contrario a lo que pretendió Paulo VI, al reasumir mayor poder el papado y la curia vaticana. Los sínodos convocados posteriormente no han producido declaraciones propias. ¿Privados de autoridad magisterial?
El mensaje y varias recomendaciones de “Justicia en el Mundo” han dando lugar a porfías tanto en círculos eclesiásticos como políticos, asustados por el lenguaje diáfano que usa, desembarazado de la redacción enmarañada tan común a los textos eclesiásticos o políticos, en los que hay que escudriñar entre las entrelíneas de la incertidumbre, en busca de una pizca utilizable
La sentencia fundamental de “Justicia en el mundo” revuelve angustias en el statu quo: “La acción en favor de la justicia y la participación en la transformación del mundo se nos presenta claramente como una dimensión constitutiva de la predicación del Evangelio, es decir, de la misión de la Iglesia para la redención del género humano y la liberación de cualquier situación opresiva.”

La palabra, “constitutiva” ha sido manzana de discordias y efugio para escabullirse. En Theological Studies (junio de 1983 y junio del 2007) el teólogo Monseñor Charles M. Murphy destacó que se ha interpretado como significando “necesaria”, “esencial”, “integral” (una parte entre muchas en el mensaje evangélico) o solamente “útil” (asistiendo el trabajo de difundir el Evangelio). Pero la interpretación más ampliamente aceptada es la que considera “constitutivo” como significando un “requisito absoluto” que no puede ser ignorado en el proyecto eclesial. Esta última interpretación es la que ha causado desazón en los sectores más conservadores de la Iglesia
El análisis bíblico de “Justicia en el Mundo” presenta a Dios como liberador de los oprimidos en el Viejo Testamento y, como Jesús, predicador de la justicia para los pobres en el Nuevo Testamento. Y en la descripción del vínculo de las Escrituras con la justicia y el amor recalca: “El amor cristiano al prójimo y la justicia no se pueden separar, porque el amor implica una exigencia absoluta de justicia, es decir, el reconocimiento de la dignidad y de los derechos del prójimo”.


“Justicia en el Mundo” estudia la actualidad mediante el método de “Ver, juzgar, actuar”: identificar la realidad, analizándola y evaluándola a la luz de la enseñanza social católica, con el propósito de responder con una acción efectiva. Es un acercamiento inductivo, basado en la experiencia, más bien que uno deductivo, verticalista, copia dócil de opiniones o instrucciones de fuentes jerárquicas. No en balde puede enfatizar la necesidad de escuchar
“el clamor de esos que sufren la violencia y están oprimidos por sistemas y estructuras injustas”, porque las esperanzas que mueven al mundo de hoy “no son extrañas al dinamismo del Evangelio”.
En “Justicia en el mundo” se afrontan cuestiones específicas como el hambre mundial, el subdesarrollo, el comercio equitativo, los migrantes y refugiados, el aborto, los derechos humanos, las libertades religiosas, las preocupaciones ambientales, el papel de la media y el de las Naciones Unidas. Esos temas, tan de hoy como de hace 41 años, demuestran que sigue siendo relevante en la lucha contemporánea por la justicia.
Sobre el derecho al desarrollo advierte: “Este deseo, sin embargo no satisfará las expectativas de nuestro tiempo si ignora los obstáculos objetivos que las estructuras sociales colocan en el camino de la conversión de los corazones o de la realización del ideal de la caridad”. Resaltar las estructuras sociales lleva a que se enfoque la atención en la gravedad del pecado social, en su denuncia y en su condena.


El comunicado del Sínodo de 1971 turbó el sosiego de lo establecido porque llamó a un autoexamen de conciencia de la propia Iglesia: “Cualquiera que pretenda hablar de justicia a los hombres debe, al mismo tiempo, ser justo a los ojos de los demás. Conviene que nosotros mismos hagamos un examen sobre las maneras de actuar, las posesiones y el estilo de vida que se dan dentro de la Iglesia misma”.
Insistió en el respeto y la promoción de derechos dentro de la Iglesia, la necesidad de una administración de los bienes temporales de manera que no disminuya la credibilidad evangélica y el llamado por una moderación en el estilo de vida entre todos los cristianos, incluidos los obispos, sacerdotes y religiosos. Se refirió a asuntos tan específicos como el de los salarios a los trabajadores de la Iglesia, el papel de los laicos en las posiciones administrativas, insistiendo igualmente en “que las mujeres tengan su propia parte de responsabilidad y de participación en la vida comunitaria de la sociedad y también de la Iglesia”.

De “Justicia en el Mundo” habrá quienes no quieren ni oír, pero sigue imperecedera como símbolo de la mejor tradición social de la Iglesia Católica.
nsepia@aol.com

 

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