miércoles, 27 de agosto de 2014

Sebastianismo brasileño


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Marina Silva, la heredera de la candidatura de Campos, es la figura más peligrosa con la que podía chocar el PT
El 4 de agosto de 1578 Sebastián I de Portugal murió en la batalla de Alcazarquivir. Así nació el sebastianismo, un movimiento que profetizaba el regreso del monarca fallecido para conducir a la nación. El mito arraigó en el nordeste brasileño y adquirió con los siglos diversas modulaciones. La confianza en que la muerte puede proveer a la política una redención mesiánica parece visitar de nuevo a Brasil en estos días. Las emociones que desató la trágica desaparición de Eduardo Campos, el candidato del Partido Socialista Brasileño (PSB), revolucionaron la campaña. Campos es, post mortem, el representante de muchos ciudadanos que apenas lo identificaban cuando estaba vivo. Esa canonización agiganta a su vice, Marina Silva, que ocupa su lugar. Dilma Rousseff nunca sospechó que su reelección enfrentaría un desafío tan riesgoso, tan inesperado.
La fórmula inicial del PSB tenía la rareza de que Marina era mucho más conocida que Campos. En 2010 había conseguido 20 millones de votos como candidata a presidente. Y a mediados de 2013 superaba a Dilma en las encuestas. Con la muerte de Campos el riesgo para Rousseff se multiplicó. Según Datafolha, Marina desplazó al tercer lugar a Aécio Neves, del PSDB. El PSB pasó del 8% al 21%. En una eventual segunda vuelta contra Dilma, Marina triunfaría.
La heredera de Campos es la figura más peligrosa con la que podía chocar el PT. No es, como Aécio, un antibiótico. Es una vacuna. Está hecha de una sustancia parecida a la de su rival.
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